El cultivo del arroz es una actividad que el ser humano lleva practicando miles de años, y es que se trata de un cultivo que prospera con facilidad y cuya plantación es posible en prácticamente todos los continentes. Existen básicamente dos tipos de arroces: el arroz blanco y el arroz integral. La forma en que ambos se cultivan y recogen es muy parecida, pero se diferencian en el hecho de que el arroz integral se encuentra refinado y en que tiene un color más oscuro que el conocido como arroz blanco.
Los arroces son un tipo de cereal que hoy en día permite alimentar a un gran porcentaje de la población mundial. Para que este germine es necesario mantener las semillas a una temperatura de entre 30 y 35 grados centígrados, aunque es posible forzar la germinación incluso a unos 10 grados centígrados. Cuando el tallo empieza a desarrollarse, el cereal termina de crecer a una temperatura de entre 7 y 23 grados. Durante todo su crecimiento, es importante que el cereal se mantenga destapado y al aire libre.
El tiempo total durante el que la planta crece y madura es de entre tres y cuatro meses. Para el correcto desarrollo de la planta es importante que cada una de ellas disponga de espacio suficiente, lo que exige una cierta planificación en el momento de la siembra: debe dejarse una distancia de unos 10 centímetros entre cada grupo de semillas.
Sin embargo, uno de los aspectos más importantes que determinan el crecimiento del cereal es la cantidad de agua que se le proporciona. La siembra debe llevarse a cabo sobre un terreno inundado por unos 5 centímetros de agua, que deben incrementarse hasta los 10 o 15 centímetros en los días inmediatamente posteriores. Una vez la espiga ha alcanzado su punto máximo, que puede ser de hasta 17 centímetros de altura, es importante drenar o retirar el agua sobrante.