El dentífrico es un imprescindible de la rutina mañanera.

El dentífrico en la infancia

Desde la infancia nuestros padres y el, en muchos casos, temido dentista, nos inculcaron: “Tres veces al día, después de cada comida, sin falta.” La duración de 3 minutos se conseguía gracias a pequeños relojes divertidos que funcionaban como temporizadores.

Las obligaciones abundan, así que intentamos convertir el proceso en algo divertido hasta que se convierta en un imprescindible. Los cepillos de colores, con cabezal de tortuga ninja, princesa o gatito. La pasta de dientes de sabores a cola, chicle o fresa. Con mucha suerte incluso se conseguía uno de brillo.

Entre tanta distracción intentamos recordar: Movimientos circulares para llegar a cada esquina y para limpiar el espacio entre cada diente. Salta el pequeño temporizador con forma de rana. Enjuagamos y listo.

Si seguimos así, a lo mejor no hay que volver al dentista en mucho tiempo. Aquel sonido estremecedor que se escucha de la sala de al lado y sabemos que no escaparemos de ella. El anestésico que debería no solo entumecer la boca sino también los oídos.

Mitos para adultos

Una vez superada la infancia, algunos no pierden ni un pensamiento más en la elección de este básico de la higiene. Otros hacen caso a la publicidad, a estudios más o menos científicos, recomendaciones y preocupaciones de su entorno. Gel o pasta, menta o eucalipto, blanqueador o extra sensible, anti caries, de sal, ecológico, biológico, químico, sostenible, de izquierdas, de derechas. Un sinfín de opciones. El sabor chicle no se considera natural y no disfruta de la misma popularidad entre adultos como entre niños.

¡El cepillo, como ha cambiado! Eléctrico, de masaje, con espátula para limpiar la lengua, cabezal flexible, de colores que indican cuando hay que cambiar de cepillo. Los diseños ultra tecnológicos parecidos a la máquina de afeitar. No sabemos si usarla en el lavabo o en la Formula 1.

Al pensarlo, las cosas no han cambiado tanto desde la infancia. Seguimos con diversiones para no olvidarnos de la buena costumbre. Recuerden, después de cada comida, sin dejar ningún diente atrás. El dentista ya tiene mucho trabajo, no le causemos más molestias.

 

Te digo lo que envidio de los enamorados -me encantaría que alguien me conociera, a fondo. Lo que me gusta, lo que me da miedo, la pasta de dientes que uso. Sería maravilloso.

Rose Morgan en El amor tiene dos caras.

 

Vega y Gijón es distribuidor mayorista de marcas líderes de dentífrico en Canarias.